Salir a comprar.

Hay cosas que si las usás las perdés. Esta es una máxima poco probable de confirmar pero suena bien. “Hay cosas que” combines con lo que lo combines siempre suena bien. Prosigo. Hay cosas que si las usás las perdés. El documento de identidad puede ser una de esas cosas. Sólo lo sacás en casos particulares, por ejemplo cuando un comerciante desconfía de que una persona como vos pueda tener una tarjeta de crédito. O cuando un amable policía al grito de “alto” o “al suelo” duda de tu identidad. O cuando alguna mujer que no tiene nada mejor que hacer busca reírse de tu foto 4x4. O cuando el cartero, hastiado de su soporífero trabajo, busca joderte la vida. Prosigo. Al documento sólo lo sacás de tu billetera en casos peculiares. Pero después de usarlo, en todo lo que anteriormente comenté, llegás a tu casa y lo dejás por ahí. Tirado.
La credencial de la obra social es otra de esas cosas que entra dentro de esta máxima poco probable pero que suena bien. Te fracturaste la pierna, usaste la credencial, volvés a tu casa y muere en algún rincón o debajo de las miles de radiografías que te sacaron para co-corroborar que tu peroné definitivamente sí estaba fracturado a la mitad.
Claro que si trabajás en negro o sos indocumentado, por suerte no corrés con esta agraciada desventura de perderlo todo.
Pero nadie puede esquivarle a gran “uso y pierdo” que plantean las llaves. Las benditas llaves de tu casa o auto que por alguna razón tienden a desaparecer en los peores momentos. "Llego tarde a trabajar, ¿dónde están mis llaves?", "mi mujer rompió bolsa, ¿dónde están mis llaves?", "voy a comprar condones, ya vuelvo, quedate así, ¿dónde están mis llaves?" ¿A qué voy con todo esto? No me acuerdo. Pero sería algo así como decir que “hay cosas que” no están buenas.